La Sharía arraiga en el sur de Filipinas
Filipinas, el «bastión católico de Asia» tendrá a partir de esta semana un talón musulmán: el nuevo territorio denominado Bangsamoro, en la región del Mindanao islámico, que podrá ser regido por la estricta ley coránica de la Sharía.
Un plebiscito celebrado ayer en esa región, con una participación muy elevada, va a servir para legitimar del todo la ley firmada el pasado mes de julio entre el presidente Duterte y los representantes musulmanes que suscribieron en 2014 los acuerdos de paz. Aquel pacto puso fin a una larga guerra, jalonada de atentados terroristas, en la que finalmente se impuso el Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI). El precio de la paz: la creación de una región autónoma en la región filipina de mayoría musulmana, con más competencias que el experimento anterior de 1996, y, sobre todo, la autorización para que pueda regirse por la polémica ley islámica, la Sharía.
Con poco más de dos millones de electores convocados ayer a las urnas para refrendar el nacimiento de Bangsamoro, la apuesta filipina parece limitar los riesgos a un segmento muy pequeño de un país de 104 millones de habitantes. No obstante, las concesiones al régimen político de la nueva autonomía presentan peligros evidentes; la legalización del islamismo en el sur de Filipinas ofrece a los radicales asiáticos otra potencial plataforma, junto a las que ya tienen en los países de mayoría musulmana de ese continente.
La nueva autonomía musulmana de Filipinas contará con capacidad de imponer impuestos, un parlamento, su propia fuerza de seguridad, y un sistema judicial basado en la Sharía con un Alto Tribunal de la Ley Islámica. Los líderes del FMLI se han apresurado a subrayar que la Sharía solo se aplicará a los musulmanes y a aquellos filipinos de Bangsamoro que lo pidan explícitamente.
Duterte ha asegurado también a la nueva autonomía -que constitucionalmente sigue siendo parte de Filipinas- una mayor dotación económica por parte de Manila. La escasez e irregularidades en la ayuda del Estado central, a una región más pobre que el resto, fue una de las razones por la que falló el experimento de 1996 y la guerrilla volvió a tomar las armas.
Lo más sorprendente en los acuerdos de paz ha sido, no obstante, las concesiones del Estado en materia jurídica y social. Aunque algunos dirigentes musulmanes aseguran que no permitirán la ejecución de las adúlteras y la amputación de las manos de los ladrones, la Sharía establece también graves discriminaciones para la mujer (su testimonio en un juicio vale la mitad que la de un hombre), la pena de muerte por blasfemia y apostasía, y hasta 80 azotes por consumir alcohol.