Entre crisis
La parálisis económica deviene casi siempre en crisis política. Se cierran las expectativas del sistema, y se torna más difícil enfrentar los problemas. La situación actual es de vida o muerte. El comercio y la industria se tambalean producto de una situación de salud, que es difícil de controlar.
Los parámetros en el mundo entero son de que vendrá una amplia crisis política. Se presentarán cambios fundamentales en las grandes potencias. Con millones de desempleados y los entes productivos parados, no se vislumbra nada nuevo ni bueno.
Los viejos tratados de política, muchos de los cuales se encuentran en la basura o en bibliotecas llenas de polvo, planteaban que cuando hay una crisis económica entra en juego la industria de la guerra, que motoriza a todo la actividad humana.
Pasó con las dos grandes guerras mundiales del siglo pasado, donde la recomposición de los mercados jugó a la punta de lanza que provocó la muerte de millones de personas. Mientras la pandemia avance, la crisis del dólar, del euro, del patrón oro, se agiganta y abre brechas insondables.
A nivel de la República Dominicana se tiene que tomar en cuenta que la pandemia dio origen a más de un millón de desempleados. Son manos ociosas, que no encuentran donde trabajar, y eso es un grave problema social.
El gobierno en medio de la situación de cierre de comercio e industria no puede echar sobre sus hombros la entrega permanente de subvenciones y ayudas. De hecho con los efectos de la pandemia por más de seis meses, va llegando a su fin la distribución de alimentos y recursos económicos para los cesanteados, los pobres y los indigentes.
Aunque sea dura la evaluación, el venidero gobierno tendrá en sus manos una economía colapsada y a punto de morir, y no puede tener dentro de sus prioridades la subvención de los necesitados.
Lo primordial en sus primeros pasos, es que el nuevo gobierno evite que se llegue a la crisis política. La economía es la parturienta de todos los problemas y el bienestar de los hombres, y con ella hay que trabajar y rescatarla.
Levantando la bandera de la esperanza, de la concertación y de la unidad, es posible a un país hacer frente a todos los males sociales de este siglo 21. Hay que trabajar sin descanso, sin exclusión y aceptando que todos pueden aportar en las soluciones nacionales. ¡Ay!, se me acabó la tinta.