Agroindustrias y conuqueros

Es difícil tornar al campo productivo. La tarea de siembra, cosecha y venta hoy está en manos de los agroindustriales. Los programas de reforma agraria fracasaron, y el conuquismo apenas si da para comer. Hay que hacer una revolución en el campo, para hacerlo productivo.

Hay que pensar en la producción colectiva, tener mercados seguros y una línea de crédito que sea sostenible. Cuando se impulsó la vieja reforma agraria se entregó tierra sin títulos, sin financiamiento y se impulsó el conuco de machete y azada.

Los tiempos cambiaron. Durante años todos los gobiernos trataron de impulsar programas de reforma agraria que no dieron resultado. La falta de incentivos para la zona rural llevó a una migración masiva hacia los barrios marginados de Santo Domingo, Santiago y otras ciudades.-

villeta

Para hacer renacer las esperanzas de los campesinos hay que hacer un milagro. Se les tiene que dotar de créditos, de tecnificación, de buenos precios de sustentación en los mercados, de agua potable y agua de regadío, casas dignas, asistencia médica, escuelas, luz eléctrica y comida barata.

De por si luce una tarea casi imposible de lograr. Lo más que se puede hacer hoy es lanzar la zapata para ir logrando el desarrollo de la zona rural. Del abandono de tantos años, no puede haber soluciones en un abrir y cerrar de ojos.

No hay hoy salida para el campesino nómada e individual. Los predios tienen que ser integrados en colectivo, con siembras comunitarias, en base a estudios técnicos sobre lo que puede dar una alta productividad.

El campo envejece. Los jóvenes se van a buscar mejores formas de vida, y los viejos siguen apegados a su labor tradicional. Hay que lanzar una política de retorno al predio. Que los jóvenes que están hacinados en las barriadas marginadas vuelvan a su lugar de origen.

Lo primero cuando se habla de desarrollo del campo, es determinar si es mejoría y progreso de la agro-industria o del conuquero. Son dos puntos diferentes, y dos formas distintas de asimilar la riqueza y la pobreza. ¡Ay!, se me acabó la tinta.