La encrucijada del PRD
La tozudez y la lucha de tendencias, han sido los sepultureros del Partido Revolucionario Dominicano. Lo mantuvo unido la movilización frontal contra el doctor Joaquín Balaguer, en sus doce años, pero se dividió en las puertas de llegar al poder.
Cuando se lanzaron las precandidaturas de Don Antonio Guzmán, Jacobo Majluta y Salvador Jorge Blanco, surgió la unidad de los dos primeros, pero el enfrentamiento y enemistad con Salvador. La mutual Guzman-Majluta ganó las elecciones y Salvador siguió con su tendencia. Allí se comenzó a desarrollar la boa de la discordia, hasta el día de hoy.
Esa ciega lucha grupal cerceno la yugular del PRD, y hoy lo ha convertido en casi una entelequia partidista, muy lejano de los días en que era el principal sector político dominicano, con pleno reconocimiento internacional. Ahora mismo, el PRD no está ni siquiera en capacidad de hacer un buen papel electoral a nivel congresual.
Luce difícil pensar en la unidad perredeista, con los ánimos y los intereses al rojo vivo. Pero vale la pregunta de qué es lo que se persigue. En un simple partido minoritario, no se le puede dar vuelo de que tiene fuerzas para ganar el poder. Lo más que puede llegar es a una buena alianza, para tratar de mantener el nivel de mayoritario y obtener los recursos de la Junta Central Electoral.
Lo ideal y lo inteligente, es que entre todos los sectores que actúan a lo interno del PRD surja la unidad. Es la única forma de pensar en el rescate de este muerto. Primero unidad, y luego tratar de reverdecer viejos lauros.
No hay juventud a la vista para tratar de encausar el camino por otras sendas. Los jóvenes están encadenados a los viejos. Hay que renovar para vivir. La unidad es necesaria, pero las ambiciones no impiden. Lo trascendental para el grupo blanco no es quien lo encabeza, sino hacia dónde va su incierto futuro.
Los partidos, como los hombres, nacen, crecen, se reproducen y mueren. A la mayoría de los partidos políticos dominicanos les llegó la hora de la extinción. Dentro o fuera del poder si no aceptan los cambios que demanda el siglo 21, en poco tiempo les estarán colocando en el anaquel de la historia. ¡Ay!, se me acabó la tinta.