Luis “El Gallo” ve ridículo plantear una dictadura en RD, y dice monseñor Osorio luce como un agitador callejero
Por Manuel Hernández Villeta
El presidente de la Unión Demócrata Cristiana –UDC-. Luis Acosta Moreta, Luis “El Gallo”, consideró que hablar de una dictadura al doblar de la esquina es una simple fantasía de monseñor Francisco Osorio, y le pidió que de brillo a su investidura de arzobispo de Santo Domingo y no descienda al papel de un agitador callejero.
Dijo que hablar de dictadura en estos momentos, cuando hay un gobierno democrático, respetuoso de los derechos humanos y que está avanzando en el desarrollo nacional, no pasa de ser un tremendismo y una acción vocinglera.
Afirmo que el papel de la iglesia católica dominicana debe ser estar al lado de los pobres, y realizar un esfuerzo conjunto con todos los sectores bien intencionados, para lograr dar un paso adelante en el desarrollo nacional.
Luis “El Gallo” dijo que parece que monseñor Osorio delira y raya en el vocinglero callejero, cuando habla de que el país está a un paso de una dictadura, sin embargo, no le hemos visto fijar posición sobre la latente inmigración ilegal haitiana.
Hay sectores internacionales que buscan mellar la identidad nacional, y que los dominicanos bajen la guardia ante la migración haitiana, que en muchas ocasiones ha contado con la complicidad de sectores de la iglesia católica.
Esa intervención haitiana, ante la cual luce ambivalente monseñor Osorio, es el único grave problema que tiene hoy la sociedad dominicana, por lo que ver una dictadura al doblar de la esquina solo demostraría que monseñor Osorio padece de calenturas mentales.
El imperio de la ley, es lo que reclaman los dominicanos, y esa no es una dictadura, sino un anhelo de los que desean ver el país institucionalizado. La iglesia católica puede jugar un papel estelar en la cruzada por la democracia y la institucionalidad.
Pero monseñor Osorio debe comprender que el tremendismo no es el mejor recurso para conquistar opinión pública, y para fortalecer liderazgos. La iglesia debe ir hombro con hombro con el pueblo en la búsqueda de un mundo mejor, pero dejando el púlpito para las oraciones y la esperanza, y no para la agitación y el tremendismo.