Macron abre consultas antes de responder a los chalecos amarillos
Antes de reaccionar públicamente, como jefe del Estado, ante la gran crisis nacional precipitada por el movimiento de los chalecos amarillos, Emmanuel Macron ha comenzado por evaluar los estragos de la batalla campal del pasado sábado, pidiendo a su primer ministro, Édouard Philippe, que reciba a representantes de todos los partidos políticos, con el fin intentar una síntesis improbable.
Recién llegado de Buenos Aires, donde participó en el G-20, Macron visitó los Campos Elíseos y el Arco del Triunfo, la tumba del soldado desconocido, «profanados» el sábado por bandas que vestían chalecos amarillos, y que orquestaron durante diez horas unos enfrentamientos violentos que se propagaron a muchos otros lugares emblemáticos de la geografía parisina.
Horrorizado ante el espectáculo del Arco del Triunfo con pintadas que oscilaban entre la obscenidad y la provocación política, Macron reunió un gabinete de crisis, en el que participaron su jefe de Gobierno, Édouard Philippe, y los ministros de Interior (Christophe Castaner) y la Transición ecológica (François de Rugy).
Antes de tomar decisiones, Macron ordenó a Édouard Philippe escuchar los análisis de todos los partidos con representación parlamentaria, y, a ser posible, alguna representación del movimiento de los chalecos amarillos, que destaca por su diversidad y ausencia de portavoces representativos de un rosario de colectivos sin organización central.
Tras la reunión del gabinete de crisis, el ministro del Interior anunció el estudio de un «dispositivo de seguridad adaptado a los nuevos desafíos». Los Campos Elíseos podrían declararse zona de alto riesgo, con medidas de seguridad excepcionales. La declaración del estado de emergencia parece una hipótesis altamente improbable: las violencias y batallas campales del sábado, siendo espectaculares, estuvieron muy localizadas en puntos concretos de la capital, sin incidir llamativamente en la vida de cada día del resto de la ciudad.
A la espera del diálogo con los representantes de los principales partidos políticos, las primeras reacciones confirman que el movimiento de los chalecos amarillos ha precipitado una crisis política de gran calado.
Gérard Larcher, conservador moderado, presidente del Senado, la tercera personalidad en la jerarquía del Estado, declaró la tarde del domingo que «el gobierno no tiene derecho a una tercera jornada de crisis nacional», invitando a Macron a aplazar indefinidamente la subida del precio de los carburantes.
Laurent Wauquiez, presidente de Los Republicanos (LR, derecha tradicional, huérfana de Nicolas Sarkozy), reclama la convocatoria de un referéndum nacional, sobre la fiscalidad de la transición energética. Proyecto tan ambicioso como alejado de la realidad inmediata. Olivier Faure, primer secretario del partido socialista reclama la convocatoria de unos «estados generales» sobre el poder adquisitivo. Proyecto tan hipotético como irrealista.
Marine Le Pen, presidenta de Agrupación Nacional (ex Frente Nacional, FN, extrema derecha) y Jean-Luc Mélenchon, presidente de Francia Insumisa (FI, extrema izquierda) piden al unísono la convocatoria de elecciones generales, apoyando e intentando apropiarse de las reivindicaciones de los chalecos amarillos, contra la subida del precio de los carburante, contra la carestía de la vida y la caída del poder adquisitivo.
Heterogéneo
Por su parte, el movimiento de los chalecos amarillos continúa sin organización, si dirección ni portavoces oficiales. Entre los participantes en las manifestaciones de París, el sábado, eran fácilmente discernibles hombres y mujeres de muy diversa procedencia y sensibilidad:
-Grupos de clases medias y pensionistas de provincias, en pareja, en familia, enarbolando banderas de Francia, pedían «comprensión», denunciando a Macron con una terminología tradicionalmente conservadora.
-Grupos de jóvenes de la periferia de París y otras grandes ciudades, en banda, con poca presencia de la Francia multicultural, lanzaban proclamas muy duras contra Macron, sin llegar a los enfrentamientos físicos con las fuerzas del orden.
-Grupos de jóvenes encapuchados de extrema izquierda y extrema derecha, usando máscaras antigás, aprovechaban la confusión para lanzar una batalla campal contra las Compañías Republicanas de Seguridad (CRS).
Esos y otros grupos usaban todos chalecos amarillos, pero parecían tener visiones muy diferentes sobre la crisis. Los pacíficos quieren ser «escuchados». Los violentos aprovechan el río revuelto