Rusia suspende también el pacto clave de control de armas nucleares con Estados Unidos
Tras la salida del acuerdo de Washington, Putin anuncia que Moscú fabricará nuevos misiles, incluidos hipersónicos terrestres
La «respuesta simétrica» que Rusia venía anunciando hace semanas no se ha retrasado. El presidente ruso, Vladímir Putin, ha anunciado este sábado que suspenderá su participación en un tratado de desarme nuclear clave firmado con EE UU (conocido como INF), un día después de que Washington abandonase el acuerdo. Rusia, además, fabricará nuevos misiles; incluidos hipersónicos terrestres, según ha anunciado el líder ruso en una reunión ministerial. Moscú ha tratado de dejar claro que sigue abierta al diálogo con la Administración de Donald Trump para mantener el pacto, que vela por el control de armas nucleares de alcance intermedio y que constituye un hito de la Guerra Fría, pero que no lo iniciará.
«Daremos una respuesta simétrica. Nuestros socios norteamericanos anunciaron que suspenden su participación en el tratado; pues también lo hacemos nosotros», ha declarado Putin este sábado en una reunión televisada con los ministros de Exteriores, Serguéi Lavrov, y Defensa, Serguéi Shoigu. Pese a la nueva fabricación de armas nucleares anunciada, el presidente ruso ha afirmado que no desplegará armas de alcance medio y corto, a no ser que Estados Unidos lo haga. También que esta decisión no arrastrará a Rusia a una nueva carrera armamentística. Y esto implica que no aumentará el presupuesto para Defensa, sino que lo «ajustará», ha afirmado Putin, que ha hecho de la industria militar y de las armas de última generación uno de los pilares de su idea de la gran Rusia como superpotencia exterior.
Ayer viernes, Estados Unidos declaró que desde este sábado deja en suspenso el pacto, que ha contribuido a alejar de Europa los misiles de rango corto y medio durante décadas. La Administración había dado a Rusia un ultimátum para cumplir el acuerdo y destruir o modificar las armas que vulneren el pacto, que prohíbe la producción, prueba y despliegue de misiles balísticos y de crucero terrestres con un rango de 500 a 5.500 kilómetros; armas especialmente desestabilizadoras, según los expertos, ya que como tardan solo unos minutos en alcanzar su objetivo, no dejan apenas capacidad de reacción e incrementan el riesgo de un conflicto nuclear global si se produce una falsa advertencia de lanzamiento.
Washington lleva acusando a Rusia durante años de incumplir sistemáticamente los términos del acuerdo, firmado en 1987, con el despliegue abierto de un misil de crucero terrestre —conocido en Occidente como SSC-8 y en Rusia como 9M729— que podría amenazar a países europeos. Acusaciones que Moscú considera «sin fundamento». El Kremlin afirma que los misiles señalados por EE UU, colocados no muy lejos de las fronteras europeas, no vuelan la distancia suficiente como para violar el pacto, sino solo 480 kilómetros.
Tras las acusaciones, respaldadas por la OTAN —una alianza creada hace siete décadas para tratar de responder a la política expansionista de la Unión Soviética—, Rusia acusó también a Estados Unidos de vulnerar el acuerdo. Sostienen que los interceptores de misiles estadounidenses en Europa podrían transformarse en armas ofensivas; también que el aumento de drones —que no existían cuando el INF se rubricó— proporcionan a Washington una capacidad similar a la de los misiles de rango medio; aunque sin violar los términos explícitos del tratado.
El Kremlin afirma que ha ofrecido a Washington una «transparencia sin precedentes» en el marco del tratado, pero que pese a esto, Estados Unidos ha buscado «excusas» y hace «falsas acusaciones» para abandonar el pacto. Además, Moscú ha criticado que la Administración Trump no ha sido partidaria, desde el principio, de mantener un diálogo con Rusia para tratar de salvar el tratado sino que ha tratado de «torpedear» las conversaciones.
Escalada nuclear
El derribo del llamado tratado INF ha avivado de nuevo los temores a la repetición de un enfrentamiento como el de la Guerra Fría de la década de los años ochenta del siglo pasado, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética desplegaron misiles de alcance intermedio en Europa. También de conducir a una nueva carrera armamentística. Y no solo entre Estados Unidos y Rusia, también con China, que nunca fue firmante del pacto. Pekín, que se ha opuesto al colapso del tratado, ha llamado a Moscú y Washington a sentarse a mantener un «diálogo constructivo».
Rusia dedica a Defensa unos 67.000 millones de dólares al año, según el Instituto de Investigación para la Paz Internacional de Estocolmo (SIPRI); Estados Unidos es el país que más invierte, casi 610.000 millones de dólares, según la misma fuente. China, el segundo país que más gasta en esta industria, dedicó 228.000 millones de dólares en 2017.
Tras su anuncio de suspender el tratado INF, el presidente Trump ha comentado que EE UU busca una nueva estrategia para revivirlo, pero solo si todos los países que tienen estas armas se comprometen a frenarlas o eliminarlas. Una tarea titánica, ya que implica subir al mismo barco en un tratado multilateral a Corea del Norte, India, China, Pakistán e Irán.
Con estos nuevos movimientos, el INF, el primer acuerdo de desarme firmado en la Guerra Fría, parece enterrado. Firmado por el entonces presidente estadounidense Ronald Reagan y el secretario general del Partido Comunista de la antigua URSS Mijaíl Gorbachov. Fue el primer acuerdo entre las dos potencias que prohibía directamente una categoría entera de armas: los misiles de crucero de tierra con un rango de entre 500 y 5.500 kilómetros.
En la cuerda floja se encuentra ahora el tratado conocido como New Start, otro tratado bilateral clave que limita el número de misiles nucleares estratégicos y de cabezas nucleares de Rusia y EE UU. El pacto finaliza en 2021 y, de momento, no hay visos de que Washington planee ampliarlo.